Somos emociones. Las emociones «nos mueven» y hacen que realicemos acciones. Estamos teniendo emociones de forma permanente. Si estas determinan nuestro comportamiento y estado ¿por qué no aprender sobre la gestión de las emociones para lograr estar más alegres y felices?
¿Que son las emociones?
La palabra emoción tiene su origen en la palabra de origen latino «emotĭo», que significa movimiento o impulso . Las emociones “nos mueven”, hacen que reaccionemos de una forma o de otra. Según la situación en la que nos encontremos, y sobre todo de la percepción que tengamos, reaccionaremos de distinta forma.
Las emociones son fundamentales para nuestra supervivencia. Cuando nos encontramos con un estímulo exterior, nuestro cerebro reacciona enviando una serie de mensajes. Entonces entran en juego nuestras emociones y podemos reaccionar de una forma rápida y eficaz.
Si vamos por un bosque y de repente nos encontramos con un oso, nuestro cerebro pondrá en funcionamiento la emoción del miedo. Su respuesta será la de huir, quedar paralizado o atacar. Sería peligroso para nuestra supervivencia que en lugar de la emoción del miedo, se pusiese en funcionamiento alguna otra. Imagina que en ese momento nos da la risa… en lugar de miedo.
¿Pero cuantas emociones hay?. Los científicos y psicólogos no acaban de ponerse de acuerdo en el número de emociones básicas que existen. Parece que las emociones de la ira, alegría, miedo y tristeza son consideradas como primarias. Después existen unas secundarias que son amor, vergüenza, sorpresa y asco , pero… esto es solo una teoría.
En cualquier caso, sean primarias, secundarias o ninguna de las dos cosas, tendremos que aprender a gestionarlas igualmente.
Cada vez estamos aprendiendo más de cómo funciona nuestro cerebro, y la forma en como respondemos ante cualquier estímulo externo. De este modo, podremos desarrollar mecanismos eficaces para poder mejorar la gestión de las emociones.
¿Cómo nos puede ayudar la gestión de las emociones?
Pensamos que somos libres, porque podemos tomar nuestras propias decisiones, pero esto no es exactamente así. Un estímulo externo hace que se ponga en marcha una emoción,… bueno, más bien varias. El tiempo que existe entre que detectamos ese estímulo y la acción que realizamos, es el tiempo de libertad que tenemos. Cuanto más grande sea ese espacio, más tiempo tendremos para tomar una solución más racional y evitar dejarnos llevar por impulsos.
Por ejemplo, una persona que es agresiva, reaccionará de forma agresiva casi siempre ante un ataque. Solo si tiene la capacidad de detectar que la emoción le está llegando, puede tratar de contrarestar la respuesta prevista. Podrá entonces bloquear los mecanismos que accionan esa emoción.
Si recibe un insulto por otra persona, su primer impulso será el de golpearle. En cambio, al detectar la emoción de la ira, antes de que desencadene una acción agresiva, podría contar hasta 10, antes de ejecutar alguna acción. Esto hace que su cerebro se “despiste” y se calme, evitando la reacción inicial que tenía programada de ataque.
No debemos evitar tener emociones, ya que estas son útiles para la superviviencia. Pero si es necesario aprender a gestionarlas de forma adecuada. No debemos permitir que sean ellas las que tomen todas las decisiones de cómo debemos actuar.
Trataremos en este blog de conocerlas, y de aprender técnicas y herramientas que nos ayuden a gestionarlas de forma eficaz.
¿Te gustaría mejorar la gestión de tus emociones?