Las palabras tienen un enorme poder. Pueden ser la más bella flor del jardín, o un dardo envenenado que puede herirte en lo más profundo del alma.
No des permiso a tu agresor
Solo tú das el permiso a tu agresor verbal para que te dañen. Solo tú, decides la importancia que le vas a dar a lo que escuchas. Solo tú decides si quieres escucharlas.
Cuando recibas agresiones verbales, recuerda preguntarte:
¿Realmente deseo escuchar esto?
Imagina que te encuentras por la calle con una persona que está borracha. Camina con la cabeza agachada, intentando mantener el equilibrio.
Al llegar a tu altura, se desequilibra, está a punto de caerse y tropieza contigo. Para evitar su caída, al sujetas tratando de no caer al suelo con ella.
La persona levanta la cabeza y con un gran enfado te grita:
– ¡Mira que eres torpe! ¡Casi me tiras!
Tú te quedas sin respuesta mirándola. No sabes que decir.
La persona borracha te aparta de su camino con su brazo y se aleja caminando.
Después de este episodio, ¿de verdad harías caso a lo que te ha dicho? ¿Permitirás que eso te afecte?
Solo tú decides que cantidad de poder le das a las palabras que te dicen las personas. No permitas que te hagan daño.
Las palabras son un arma poderosa… solo si hay alguien dispuesto a escucharlas.
– Patxi Martín –
Nosotros y sólo nosotros podemos gestionar nuestras emociones